María es diseñadora de ropa con un taller propio y aún en plena pandemia, ha alquilado otro local para ampliar el negocio. Ella es inteligente, decidida y una emprendedora exitosa. Cabe pensar que dada su valentía para arriesgar y el éxito de su negocio cualquier persona podría estar muy orgullosa sí misma. No obstante, en el caso de María, no es así. Hay muchos momentos en que duda o incluso se cabrea con ella misma.
Por ejemplo, cuando una vez más le ha permitido a una de sus empleadas irse sin ordenar su puesto de trabajo porque sabía que tenía prisa para ir a su clase de spinning. «Siempre lo consiento todo y después me da rabia y me siento ridícula. En estos momentos, noto una opresión en el diafragma», explica.
¿Por qué es tan importante una autoestima sana?
Poner sistemáticamente las necesidades de los demás por delante de las personales, no valorarse o no respetar las propias decisiones, son comportamientos que denotan una falta de autoestima. Sobre todo cuando incluso tú mismo te criticas por ello.
Aunque queremos tener más autoconfianza, en ciertos momentos, tendemos a dudar de nuestras acciones y autocriticarnos en exceso, sin apreciar nuestras fortalezas ni ver nuestros logros, provocándonos mucho sufrimiento. Con este tipo de comportamiento estamos minando directamente nuestra autoestima, lo que según la psicóloga y autora Stefanie Stahl es «el epicentro de nuestra psique, la cual alimenta los recursos psicológicos, pero también provoca varios problemas cuando está dañado».
¿Qué es la autoestima?
Todos usamos este término pero, como suele pasar con los conceptos abstractos, vale la pena parar un momento y ponerse de acuerdo con la definición:
Inicialmente, podemos definirla como el valor que uno se atribuye como persona. O, como la define Nathaniel Branden, experto por antonomasia en este tema, «la autoestima es la disposición a considerarse competente para hacer frente a los desafíos básicos de la vida y sentirse merecedor de la felicidad», es decir, la autoestima es el valor que nos damos a nosotros mismos dependiendo de lo capaces y valiosos que nos sentimos.
Tener en mente estos factores nos ayuda a entender la razón por la cual hay muchas personas muy eficaces y exitosas, como es el caso de María, que nunca están satisfechas de ellas mismas. La falta del componente de la autoaceptación o del autorespeto nos provoca esta insatisfacción constante.
¿Cómo se origina la autoestima?
Según los estudios, solo un 30% de nuestra autoestima es genética, por lo tanto, la mayor parte de ella, un 70%, es aprendida.
Hay que tener en cuenta que un recién nacido no tiene un «yo» constituido. En el momento del nacimiento las redes neuronales del «yo», ubicadas en el lóbulo frontal, todavía están neurológicamente inmaduras y no funcionales.
Es en los primeros 24 meses de vida, cuando el bebé desarrolla una consciencia del «yo» frente al «tú», a través de la resonancia que desencadena con sus cuidadores. Podemos decir que los cuidadores sirven al bebé como un «yo externo».
Los años posteriores también son formativos, siendo ya influidos por otros cuidadores como los abuelos, los compañeros y/o los profesores. De hecho, el desarrollo y la maduración del «yo» continúa durante las próximas dos décadas e incluso, aunque en menor medida, de por vida.
Podemos decir, pues, que el nivel de autoestima depende de la resonancia que nuestro comportamiento y nosotros mismos como personas evocamos en los demás, sobre todo durante la primera infancia, pero que puede fluctuar durante toda la vida.
Consecuencias de una baja autoestima
Los efectos de una baja autoestima son múltiples, aunque destacan los siguientes:
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- El perfeccionismo y estar obsesionado con tener éxito.
- Sentirse superior (narcisismo)
- Comportamientos agresivos.
- Sentirse insatisfecho con el físico.
- Problemas en las relaciones con los demás.
- Sentirse celoso de la pareja sin motivos reales.
- Infravalorarse a uno mismo.
- Tratarse mal a uno mismo.
¿Por qué es importante tener una autoestima sana para el liderazgo?
Según mis experiencias con los participantes de mis cursos, hay algunos comportamientos que realmente dificultan el liderazgo, sobre todo cuando hay un deseo demasiado imperativo de ser amigo o amiga del equipo o de los empleados.
La mayoría de ellos y de las personas con las que he trabajado peca, según mi punto de vista, de ser demasiado autoexigentes. Por eso, a pesar de sus exitosos objetivos, rara vez se sienten satisfechas con ellas mismas y son, por lo tanto, poco felices. Además, a menudo no conocen o no respetan sus límites, así que no se toman el tiempo necesario para cargar pilas. un comportamiento que, a la larga, resulta nocivo tanto para la salud mental como la física.
Hablar de una autoestima sana significa respetarse y cuidar de uno mismo, condición imprescindible para un buen liderazgo, ya que solo quien sabe liderarse a sí mismo de una forma saludable puede influir positivamente en los demás.
¿Cómo se puede fortalecer la autoestima?
Tal y como se ha comentado en el párrafo anterior, la autoestima es en gran parte aprendida y, sobre todo, es un juicio subjetivo. Por lo tanto, se puede cambiar y fortalecer.
Así, en mis cursos, en primer lugar trabajamos con prácticas de Mindfulness y ejercicios de indagación para hacer conscientes los patrones de pensamientos y comportamientos que son nocivos para la autoestima, usando, posteriormente, los métodos de Compasión y Coaching para transformar dichos comportamientos en otros que nos empoderen.
«Ahora me doy cuenta cuando me hablo mal a mí misma», explica María, que participó en uno de mis cursos. «Entonces me pregunto si se lo diría de esta forma a una amiga y automáticamente me doy cuenta de que no. Que buscaría otra manera de decírselo. Lo pondría en positivo. Esto es de gran ayuda».