La existencia de estas emociones y estados de ánimo básicos en los diferentes niveles de la empresa, basándonos en la experiencia que tenemos hablando y tratando con personas, acostumbran a encontrarse en todos los niveles de las organizaciones con mucha más frecuencia que el estado de bienestar. A continuación os muestro cómo:
Empleados y empleadas sin personas a su cargo:
Ira
En concreto, si empezamos por las personas que están en la parte más baja de la cadena de mando, aquellas que no tienen a nadie más debajo, acostumbramos a encontrar personas heridas que odian a sus jefes o jefas, a la empresa o a sus iguales.
Miedo
O bien tienen miedo porqué la empresa está llevando a cabo cambios no muy bien explicados que les pueden afectar a su futuro y por ende, al futuro de sus seres queridos, o bien pueden tener miedo a las acciones que puede llevar a cabo su jefe o su jefa si este cree que no son capaces. También pueden tener miedo a la reacción de sus jefes o jefas si les preguntan algo.
Tristeza
También pueden ser personas que están tristes porqué creen que su vida profesional está llegando a su fin, o porqué sus compañeros de trabajo no les dicen nada cuando se van a comer juntos (entre otras situaciones del día a día).
Personas que tienen un jefe o una jefa y además personas a su cargo:
Si subimos a los escalones intermedios, a aquellos que tienen personas debajo, y a su vez tienen jefe o jefa, nos encontramos que la presión aún es mayor.
Se enfrentan a situaciones muy parecidas a las comentadas anteriormente ya que ellos también tienen jefes. Pero a la vez, tienen nuevos motivos para estar enfadados/as, tener miedo o estar tristes, todo ello debido a que creen tener motivos, tanto por causas que vienen de arriba como de abajo o de sus lados.
Ira
La ira se denota cuando estas personas declaran frases como “los empleados no están comprometidos”, o “es que tengo que hacerlo todo yo”.
Miedo
El miedo se apodera de ellos cuando no están haciendo las cosas bien y un empleado o empleada les señala hablando directamente con su superior, o cuando ven claramente que uno de sus subordinados sabe más que ellos y cobra menos, con lo que su puesto de trabajo puede correr un peligro inminente.
Tristeza
La tristeza puede aflorar como consecuencia de los casos mencionados anteriormente o por otros motivos como, por ejemplo, ver que ya no vamos a progresar más en la empresa y que los diez o quince años que nos quedan hasta la jubilación van a ser una monotonía constante después de haber experimentado períodos de crecimiento y progresión que quedan como un nostálgico recuerdo del pasado.
Máximo nivel de mando:
¿Y qué decir de los que están arriba de todo? Empresarios, CEOs, Directoras Generales, etc., no acostumbran a mostrar una situación mucho mejor. En muchos casos tienen unas situaciones parecidas a sus subordinados:
Ira
Enfado porque no hacen bien su trabajo, porqué toda la responsabilidad es del CEO, etc.
Miedo
Miedos de alta responsabilidad, que muchas veces se viven en la soledad, miedo a no poder pagar las nóminas, a haberse equivocado completamente en una estrategia que va a requerir de grandes inversiones de las que no vamos a poder recuperarnos si no son correctas, miedo a que las personas que hayamos contratado no sean las adecuadas y que en seis meses tengamos que reconocer el error y sus consecuencias, etc.
Miedo, en definitiva, a ser el/la más alto responsable del fracaso si este se produce.
Tristeza
Quizá lo único que una persona de este nivel no pueda permitirse es la tristeza, si aparece en estos niveles y no se remedia inmediatamente, me atrevería a decir que la empresa está llegando a su fin.
Finalmente, me gustaría añadir que las emociones perturbadoras no acostumbran a estar solas, el miedo, la ira y la tristeza se entremezclan en diferentes niveles (angustia, resentimiento, inquietud, melancolía, etc.) alimentándose las unas a las otras sin dejar ningún espacio a un mínimo “bienestar” y produciendo, en muchos casos, reacciones incluso fisiológicas que acompañan a estados como el estrés, asco o la apatía, y en los peores casos, llegando a niveles que deban requerir de participación de terapeutas profesionales delante de violencia, pánico o depresión.