La Terapia del Self

por | Mar 26, 2021 | Nuestros Colaboradores/as, Urock

La última herramienta terapéutica que estoy utilizando en mi consulta es una aplicación con muñecos de la Terapia del Self de Jay Earley que sigue el modelo del Sistema de Familia Interna (IFS por sus siglas en inglés) de R. C. Schwartz. Esta terapia desarrolla e integra el concepto del Self y las subpersonalidades de Jung, la Psicosíntesis de Assagioli, el Análisis Transaccional, el enfoque Sistémico, la Hipnoterapia, el trabajo con el Niño Interior y el Diálogo de Voces.

Es un modelo que parte de la multiplicidad de la mente y ayuda a las personas a relacionarse consigo mismas de forma amorosa y armoniosa. Promueve la idea de que cada persona tiene la capacidad de sanar por sí misma y convertirse en la principal figura de apoyo para las partes más vulnerables de su personalidad y aquellas que han cargado con traumas.

Hace que dirijamos la mirada a nuestro mundo interior para así descubrir a nuestra gran familia interna, un conjunto de partes de nuestra personalidad que se estructuran para proteger del dolor a otras partes más vulnerables. Les llamamos Partes Protectoras y Partes Exiliadas.

Así, cuando una persona me explica un conflicto o un problema en su vida que necesita resolver, indagamos y vemos qué aspectos de su conducta, emociones o pensamientos están relacionados con el mismo. Después de definir un objetivo terapéutico, empezamos por identificar las “Partes Protectoras” de su personalidad que están involucradas en el problema. Es así, pues son las más fáciles de reconocer al estar más accesibles a la consciencia.

Los Protectores

Actúan contra el dolor que se originó en algún momento de la infancia. Un niño herido (lo siento chicas, utilizaré el masculino) no cuenta con los recursos del adulto y desarrolla una parte para defenderse de este dolor.

Cuando en algún momento de su vida, la persona ya adulta, se encuentra en una situación que evoca la amenaza sufrida cuando era niño, la parte protectora vuelve a activarse. Si esta situación se hace crónica, la parte también, se instala y toma el mando de la consciencia. De esta manera, los protectores actúan ahora, aunque nacieron a raíz de episodios ocurridos hace mucho tiempo (abandono, traición, crítica, abuso…). No se dan cuenta de que ya no somos el niño que sufrió.

Utilizan una amplia gama de estrategias: eliminar las emociones y parecer extremadamente racional, endurecer el corazón para no ser vulnerables, negar las cosas malas de la vida y pensar que todo está bien, proyectar sentimientos propios en otras personas, etc.

A medida que vamos identificando las diferentes partes protectoras que integran nuestra familia interna, podemos ver como algunas de ellas son adaptativas y nos ayudan a funcionar mejor en nuestra vida.

Por ejemplo: una clienta que tenía dificultades para aceptar la crítica y el rechazo desarrolló una parte protectora que la hacía mostrarse siempre encantadora para así resultar agradable a toda la gente.

Otras partes no son tan funcionales y cuando toman el mando es cuando sentimos que algo no va bien.
Por ejemplo: tengo una parte de mí a la que llamo “el Juez Crítico” que durante unos años estuvo muy presente. Yo tenía que hacerlo todo bien -especialmente en mi trabajo- para recibir reconocimiento y tener éxito. De esta manera mi niño interior no sufría el dolor de ser criticado por papá por no ser suficientemente bueno. Ser autoexigente, muy competente y productivo siempre es mucho esfuerzo que se paga con la salud y el deterioro de la relación con el entorno. Ahora tengo bien identificado este Protector Tirano como un elemento importante de mi neurosis.

Te explico resumidamente cómo aprender a identificar tus protectores por si te apetece practicar.

Primero, realiza un «Centramiento«: cierras tus ojos y lleva tu atención a la respiración durante un par de minutos, simplemente observando tal y como es en este momento.

Desde este estado meditativo lleva ahora tu atención hacia alguna parte de ti que creas que puede ser un protector. Confía en tu intuición. Después escribe las respuestas a las siguientes preguntas:

  • ¿Qué nombre le pondrías?
  • ¿Qué apariencia tiene? (mi “juez crítico” tenía la típica imagen del ejecutivo estresado, por ejemplo)
  • ¿Qué emociones siente y en qué parte del cuerpo, cuando está activo?
  • ¿Cuál es su relación con otras personas?
  • ¿Cómo actúa para protegerte del dolor y el sufrimiento?
  • ¿De qué te está intentando proteger?
  • ¿Qué intención positiva tiene para ti?

En mi terapia con muñecos, en esta fase, le pido al cliente que elija “representantes” para cada una de las partes que ha identificado; luego las pone sobre la mesa de trabajo y examinamos cuáles son sus características -siguiendo el guion de las preguntas anteriores-; por último, “visualiza” cómo es la relación entre ellas hasta componer una “escena” de su familia interna en el momento presente. En este punto puede darse un “insight”, una comprensión potente de lo que la persona es, en todo su conjunto.

Los Exiliados

Niña interior herida

La adulta con su niña herida y exiliada

Una vez se han trabajado los protectores y la persona ha establecido contacto con estas partes, se les pide permiso para acceder a los exiliados.

Estas son partes del niño pequeño que pueden haber sufrido un trauma en un momento puntual de la infancia, o durante años; han quedado atrapadas en ciertos momentos del pasado, en una edad determinada; congeladas por una herida que el niño no supo gestionar en ese momento.

Una parte exiliada puede mostrar una gran variedad de emociones dolorosas (soledad por abandono, vergüenza, miedo a morir, necesidad de cuidado y amor…). También creencias limitantes (ser despreciable desde el nacimiento, culpable del dolor de los otros, pensar en la incapacidad para hacer nada bien, ver el mundo como algo peligroso…).

Desplazada por los protectores, vive exiliada de la consciencia. Cada vez que alguna situación del presente es similar al hecho que la exilió se reactiva el dolor y los protectores actúan de forma extrema.

Por ejemplo: una clienta vino a consulta porque desde hacía tiempo experimentaba -en sus propias palabras- “fobia social”; evitaba el contacto con personas que no eran de su total confianza. Si no actuaba de esta manera se activaba la ansiedad como expresión del miedo a ser objeto de burla o de crítica.

En su caso, ella era consciente de que el origen de su problema estaba en el bullying que sufrió durante años, sin que nadie atendiera a sus quejas y peticiones de ayuda. Sola, con su vergüenza y dolor, sin más recursos, desarrolló una parte protectora a la que puso el nombre de “No Estoy”.
Ante el miedo que experimentó su niña exiliada, su reacción fue la huida y, con el paso del tiempo, tomó el mando de su vida para instalarse como “fobia social”. Ahora, ya adulta, se da cuenta de que tiene más recursos para hacer frente a esa antigua herida de la vergüenza, pero no sabe cómo utilizarlos.

Este ejemplo muestra cómo en algunas situaciones una parte exiliada convive con una parte protectora que no es funcional pues no ha conseguido librar a la persona de la inseguridad, la vergüenza y el miedo que sufrió su niña herida.

El Yo-Self

El tercer elemento, fundamental, en la terapia con la familia interna, es el Self. Es el yo verdadero y maduro, la esencia, la consciencia superior. Tiene la cualidad de ser amoroso, con capacidad para sanar el exiliado e integrar las partes.

Es el centro espiritual que se muestra cuando las partes no están activadas. Podemos acceder a él, por ejemplo, en estado meditativo. Es nuestra conexión con Dios, el Maestro Interior, el Yo Superior. Es nuestra consciencia que es nuestra verdadera esencia.

Veamos las 4 cualidades del Yo–Self:

1.- Está “conectado” con todas nuestras partes y con el mundo, con la vida.

2.- Se muestra “curioso” e indaga sin juicio a los demás y a sí mismo.

3.- Es “compasivo”, experimenta bondad y amor hacia el mundo y a sí mismo.

4.- Se muestra “sosegado”, centrado, anclado en el presente, calmado.

En el proceso terapéutico se utilizan estas cualidades para acceder, desde esta posición amorosa, a las partes protectoras, especialmente las extremas. Comprenderlas, darles reconocimiento al trabajo que hacen y pedirles permiso para que se aparten temporalmente, es la finalidad de esta etapa.

Una vez la persona se da permiso para tener esta mirada libre de juicio, puede entrar en contacto con el o los exiliados. Ese distanciamiento y al mismo tiempo presencia amorosa, permite recordar e incluso revivir los distintos momentos de la infancia en que se originó la herida causante del dolor. Esta es una etapa de descubrimiento y sanación que puede llevar más o menos tiempo. Con cada paso que se da hay más comprensión y crecimiento personal.

Siguiendo con el ejemplo del apartado anterior, la clienta tuvo que dialogar, desde la posición del Self, con su parte “No Estoy” y también con la más desconocida para ella “Soy culpable de ser así”, para llegar a conectar con el dolor sufrido durante años por su exiliada “Tengo Miedo”. Así pudo darle a su niña herida el apoyo, la comprensión y el cuidado que no tuvo en su momento. Ahora, como adulta que es, puede ver la vida no solo como una amenaza y se permite experimentarla en toda su plenitud.